Meditación y Transformación

Forrest Gump y el arte de dejar ir

Cuando echas azúcar en el café, lo habitual es remover con una cucharilla para que se disuelva más rápido. Lo hacemos casi sin pensar, como si fuera un paso imprescindible para lograr el resultado deseado. Pero ¿qué sucedería si simplemente dejáramos que el azúcar se fundiera por sí solo? Sin prisa, sin intervención, permitiendo que el proceso se desarrolle a su propio ritmo

 

En un retiro de meditación, este gesto se convierte en una metáfora viva de la experiencia interior. Durante los primeros días, todavía hay una inercia, quizá tenue, quizá imperceptible, aunque presente. Es como si, de algún modo, sintiéramos la necesidad de “hacer” algo para facilitar el proceso, para garantizar que la experiencia sea “productiva”. Solo con el paso del tiempo nos damos cuenta de que no hacía falta hacer nada, que la transformación ya se estaba produciendo por sí sola.

De la planificación a la disolución

Cuando comenzamos un retiro o una práctica meditativa más intensa, solemos aferrarnos a estructuras que nos dan seguridad: un horario definido, sesiones pautadas, expectativas sobre cómo debería ser la experiencia. Es natural y, hasta cierto punto, necesario. Como cuando aprendemos a caminar y necesitamos objetos que nos ayuden a mantener el equilibrio. La práctica meditativa también puede necesitar ciertos soportes al inicio.


Esta estructura es útil, pero no definitiva. A medida que la práctica va calando como una llovizna, sutil pero persistente, nos damos cuenta de que cada vez necesitamos menos herramientas, menos esfuerzo. La experiencia comienza a desplegarse con fluidez, sin necesidad de forzar nada, tal como el azúcar se disuelve lentamente en el café. Así como el azúcar se disuelve sin necesidad de agitar, nuestra práctica también evoluciona hacia una mayor espontaneidad.

Meditación

La liberación de los soportes

Esta transición me recuerda una escena icónica de Forrest Gump. Cuando Forrest era niño, llevaba aparatos ortopédicos en las piernas que le impedían caminar con libertad. Un día, al ser perseguido por unos chicos que querían burlarse de él, Jenny le grita: “¡Corre, Forrest, corre!” Y él empieza a correr sin dudar. A medida que acelera, los hierros se rompen y caen al suelo, y él se da cuenta de que ya no los necesita para caminar, y aún menos para correr.


Con la meditación sucede algo parecido. Al principio, los apoyos son útiles: la disciplina de una rutina, la guía de un instructor, la estructura de un programa. Si perseveramos, llega un momento en que los soportes caen por sí solos. Ya no necesitamos una planificación estricta, porque la práctica se vuelve espontánea. Dejamos de aferrarnos a la necesidad de “hacer” porque descubrimos el poder del “dejar ser”.

Permitir que la transformación suceda

Este proceso no puede forzarse. Si intentamos que el azúcar se disuelva más rápido, podríamos calentar el café, agitar la taza, añadir más líquido… Al hacerlo, corremos el riesgo de alterar la esencia de lo que queríamos lograr. De la misma manera, tratar de “acelerar” nuestra transformación interior puede generar resistencia.


Por eso, la meditación nos enseña a confiar en el proceso. No se trata de alcanzar un estado concreto o de controlar la experiencia, sino de observar y permitir. Los pensamientos y emociones se disuelven cuando los dejamos aparecer y moverse libremente, sin necesidad de empujarlos ni reprimirlos.

Dejar que la vida se integre en la práctica

En última instancia, este aprendizaje va más allá del cojín de meditación. Nos muestra otra forma de estar en el mundo, con más fluidez y menos control. Nos invita a confiar en que, incluso cuando parece que las cosas no avanzan, un proceso sutil pero profundo está teniendo lugar.


Y quizás sea así como, sin darnos cuenta, un día despertamos y nos damos cuenta de que ya no necesitamos la cucharilla. Que la vida se disuelve y se mezcla sola, y que solo tenemos que estar presentes para saborearla plenamente. Tal vez el mayor aprendizaje es que soltar no es perder, sino permitir que todo fluya en su propio tiempo.

En Con Plena conciencia, te ofrecemos la oportunidad de realizar un Retiro, dónde podrás disfrutar del silencio y encadenar prácticas formales de meditación y yoga para poder profundizar más en esta aventura de estar en el aquí y en el ahora.

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