Desde el silencio
Sobre (mis) emociones y (mis) otras realidades

“A veces, las cosas más reales, solo suceden en la imaginación (…) solo recordamos lo que nunca sucedió” (Carlos Ruiz Zafón en ‘Marina’). Con esta demoledora cita, comenzaba mi amiga y profesora Montse Falqués, el segundo de los encuentros del ‘Taller práctico emocional: una experiencia a través de los sentidos’, en el que he tenido la inmensa fortuna de participar. Y es que, hasta hace apenas un ratito, quien suscribe estas líneas, se declaraba y se sentía una verdadera ‘analfabeta’ emocional.

He necesitado muchas horas de terapia, muchas horas de meditación y, sobre todo, mucha humildad, honestidad y coraje para adentrarme en mi complejo mundo emocional y en mis otras realidades. Hasta el día en que casi que como un milagro, decidí abrirme en canal a ese delicado y frágil mundo emocional mío del que llevaba toda una vida huyendo. No sé en qué momento decidí que ‘protegerme’ y blindarme ante mis emociones sería una solución realista y sostenible…

Créanme. No lo recuerdo. O quizá sí. Y puede que sea porque consciente o inconscientemente, haya preferido “recordar lo que nunca sucedió”. Toda la vida en actitud de huida y evasión del propio mundo emocional puede llegar a resultar agotador. Porque fue esa necesidad de tapar mis emociones la que, durante mucho tiempo -puede que varias vidas- me arrojó a la locura. A las más oscuras noches del alma. Afanada en negar lo innegable, me ahogué en un mundo emocional que sabía solo de dos extremos: ansiedad y depresión… y, a veces, euforia.

Nunca nadie me habló -hasta ahora- de la importancia de las emociones. No de controlarlas, porque las emociones no se controlan. No de huir, porque las emociones siempre te encuentran. No de negarlas ni de invisibilizarlas, porque las emociones siempre encuentran su lugar. Nadie -hasta ahora- me habló de la importancia de transitar(me) (en mis) emociones. Nunca nadie jamás.

A veces, creo que es más fácil desarrollar infinitos algoritmos y modelos basados en inteligencia artificial que abrirnos al inabarcable mundo emocional en el que, solo de mí, depende escribir instante a instante ese pequeño gran guion que convierte la locura, en locura.

No crean que culpo ni exculpo a nadie. Más bien creo que la educación emocional que he recibido solo responde al nivel de conciencia emocional de quienes me dotaron de vida. Y la de ellos, al de quienes les dieron,  a su vez, también la vida. Y así… quién sabe…

Abrirme a transitar este camino emocional, del que he huido como alma que lleva el diablo, es precisamente el mismo que literalmente me ha devuelto (a) la vida. Abrazar y aceptar mis miedos y mis alegrías y mis tristezas y mis ascos y mis enfados y mis ansiedades y mis perezas y mis infinitos mundos emocionales me ha convertido en otra persona más real(ista), más presente y, sobre todo, más honesta… y vulnerable. Reconocerme en mi propia vulnerabilidad hace no tanto tiempo… me parecía literalmente imposible. Inabarcable. Ingobernable. Impensable…

Créanme. No es fácil Y nadie dijo que lo fuera. Y, sin embargo, pocas cosas hay  tan necesarias y vitales como abrirse y reconocerse en las propias emociones. Para mí, en clave de salvación. Hoy sé que no hay emociones buenas ni malas. Hay emociones. Que, en mí, producen estados de contracción y de desagrado. O de expansión y agradabilidad. O de completa neutralidad -que no aburrimiento-.

Sigue sin gustarme sentir ese enfado que me lleva a la ira… Pero hoy, con consciencia, puedo anticiparme, verlo, observarlo e integrarlo sin negar su existencia. Y justo ahí, en la aceptación, reside mi capacidad para no dejarme arrastrar y elegir qué hago con esa energía tan poderosa.

¿Golpear un cojín?¿Sentarme a meditar y a observar con distancia la impermanencia de la furia? ¿Proveerme más amor y más compasión? ¿Dejar de fustigarme con el látigo de mis palabras? ¿Regar mis versos?

Yo… ¿qué quieren que les diga? Si puedo elegir entre hacer de mis palabras, látigo o poema, elijo “En blanco” (Del libro “Conversaciones en la azotea”, Olé Libros, 2022).

En blanco

 

Ríos de tinta fluyen por mis letras, azuzadas por el Verbo.

Noches en vela.

Solo con el crepitar de una llama que, con su luz, se esfuma.

Página en blanco.

En un poema, me desgarro.

Me deslizo, me construyo.

Y me derrumbo.

Biografía de un alma en quiebra.

Apuro el tiempo.

Rasgo versos.

Mente ajena.

Enajenada mente.

Dictados del corazón.

Renglones torcidos de dioses exhaustos.

Afilo la lengua.

Látigo o poema.

Desnudas noches en vela.

 

 

Raquel Paiz

Desde el silencio

Raquel Paiz

Periodista. Comunicadora. Autora le libro "Conversaciones en la azotea" en la colección Ites de Olé Libros en 2022.

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