Desde el silencio
Sobre la ceguera: ensayo en una sociedad ‘enganchada’_ Raquel Paiz

Llevo días dándole vueltas a un tema recurrente en mi vida: el drama de las conductas adictivas, compulsivas y/o dependientes. Será por mi(s) miedo(s) y cierta de-formación profesional, que últimamente reparo en la inconsciencia de una sociedad cada vez más anestesiada, más dopada, más adicta… más ciega, en definitiva. Ciega por su incapacidad para ver y dimensionar el problema de las conductas dependientes y adictivas; y cegada por esta inercia que nos mueve a vivir cada vez más alienados, más ‘enganchados” y menos presentes…

Y no sé a ustedes, pero a mí, me preocupa y me ocupa. Como divulgadora y comunicadora y como instructora del programa MBAR®, que no se conforma con esta ceguera y que no ceja en su empeño de tratar de concienciar sobre el drama de este nuevo (y viejo) virus que nos acecha, me duele situarme frente al espejo y encontrarme con una sociedad enferma. Una sociedad adicta, conformada por un número creciente de personas de todas las edades, etnias y culturas, con conductas dependientes…

En un esfuerzo para alzar la mirada más allá del ombligo, les animo a ampliar la vista y a abrir su mente. Les animo a involucrarse como parte de la solución… Y si me apuran a convertirse en la solución que quieren ver en el mundo.

Me consta que lo que les voy a pedir es un poco (bastante) sui géneris.

 

Si pueden, por favor, durante unos instantes cierren los ojos. Lleven la mano al corazón. Tomen un par de respiraciones profundas. Y traten de hacer consciente la imagen que les viene a la cabeza cuando nombro la palabra “adicción”. La palabra “compulsión”. La palabra “dependencia”.

Les confieso que, a mí, no es raro que se me “cuele” la imagen de una persona abandonada a su suerte en alguna plaza a la intemperie, malviviendo entre cartones, con un cartón de vino barato. O la imagen de una persona con obesidad mórbida. O de una persona en los huesos. O la imagen de alguien con la mirada y el aliento perdido esnifando un tirito. O la imagen de una persona ‘enganchada’ a eso que la sociedad ha convenido llamar “relación tóxica”. O la imagen de una familia destrozada y arruinada que, por la ludopatía, lo perdió todo al azar.

Solamente si me paro a alzar la vista de mi ombligo y de esos “topicazos” esculpidos en mi memoria, me vienen a la cabeza las imágenes de personas “normales”. De personas con aparentes comportamientos normotípicos. Personas con sus trabajos, sus estudios, sus familias… que sufren. Que sufren en silencio. De niños/as y adolescentes enganchados/a las pantallas y a esas vidas virtuales que prometen y ofrecen otros mundos. De esas mujeres que, vilipendiadas por la moralidad, beben a escondidas. De esos altos ejecutivos en noches de farras. De esas personas que no pueden vivir sin el sexo. Y esas otras que se esconden tras las pantallas… De esas que prenden fuego al plástico de sus tarjetas de crédito…

De esas, de esas, de esas… y de tantas otras…

Y en uno y en otro extremo, hay personas que sufren. Personas a la deriva y en quiebra emocional.

¿Por qué les digo esto?

Miren.

 

  • “La rezagada lucha contra el alcoholismo” (El País)
  • “La adicción a las nuevas tecnológicas es equiparable a la del alcohol o drogas” (Información)
  • Carlos González, pediatra: “La solución no es quitarle pantallas a los niños, sino a los padres” (Canarias Ahora)
  • “La adicción al trabajo: un “enganche” aceptado y alabado en la sociedad” (Público)
  • “¿Nuestra sociedad es adicta a los ultraprocesados?: un estudio explica cómo crean adicción” (Atresmedia)
  • “Tramadol, fentanilo, ketamina…: las drogas sintéticas que causan alarma en el mundo” (20minutos)
  • “Empecé con apuestas de un euro por semana y habré perdido 100.000” (Diario Vasco)

Los de arriba, son títulos aparecidos recientemente en medios de comunicación y que he escogido al azar.

Y es que, como les adelantaba, en Dependencias… ¡ay de ese elefante en la habitación”, no sé si por miedo, por desidia, por ignorancia o por qué, la de las dependencias es una realidad a las que nos cuesta mirar. Es un mal que acecha sobre nuestras cabezas (que no sobre nuestras conciencias), que se expande como la pólvora y que no abordamos ni con la seriedad ni el rigor ni la vocación (social, política y económica) que la causa demanda.  ¿Qué digo demanda?. ¡Que la causa exige sin más demora! Porque lo que hoy es importante, créanme, mañana será urgente.

Sobre la adicción, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que “es una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Se caracteriza por un conjunto de signos y síntomas, en los que se involucran factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales”.

Quien suscribe estas líneas, añade que, además de una quiebra emocional, la conducta adictiva entraña una enfermedad crónica, progresiva y potencialmente mortal. Una enfermedad que, de no ser abordada, solo contempla tres finales: muerte, locura y prisión.

La impasividad y la inercia de esta sociedad “enganchada” nos abocan al precipicio de lo desconocido. Mirar al drama de las adicciones implica mirarnos a nosotros/as mismos/as y reconocer nuestras sombras. Porque las dependencias son solo la punta del iceberg. Con honestidad y valentía, valoremos qué es todo eso a lo que individual y socialmente no queremos mirar. Tal vez el miedo. Tal vez la incomprensión… Una crisis de valores… O la ignorancia del verdadero significado y utilidad (sí, ha leído bien, las adicciones cumplen una función) de la conducta adictiva.

Me pregunto, incluso, si es que, como escribía José Saramago en su “Ensayo sobre la ceguera”, no será que “la ceguera es una metáfora de la incapacidad humana para ver más allá de su propio egoísmo”…

 

Raquel Paiz

Desde el silencio

Raquel Paiz

Periodista. Comunicadora. Autora le libro "Conversaciones en la azotea" en la colección Ites de Olé Libros en 2022.

Deja un comentario

Abrir el chat
¿Te podemos ayudar?
Con Plena Conciencia
Hola ¿En qué podemos ayudarte?