Entrenando presencia y amabilidad en las organizaciones.
¿Cómo puedes propiciar el propósito, la conectividad y la verdadera felicidad en la gente que lideras? (…) Hay tres cualidades mentales que destacan por ser esenciales para el incremento del compromiso, la felicidad y la productividad: el mindfulness, la generosidad y la compasión”. (Houggaard & Carter)
A mediados de 2020 me surgió la posibilidad de volver al sector empresarial en el que había trabajado años atrás y colaborar, de manera externa pero muy inmersiva, con el nuevo equipo directivo local de una empresa del sector. Coordenadas del momento: plena pandemia, malos resultados económicos, implantación insuficiente en el mercado. Eso sí, un buen clima laboral a pesar de todo.
Decidí aceptar el reto porque sabía del compromiso personal de la dirección local en asegurar los resultados de la empresa y el bienestar de los que forman parte. Por otro lado, era una oportunidad de oro para poner en práctica y validar toda “la teoría” que venía enseñando en los cursos de mindfulness.
Una de las cosas que me llamó la atención cuando llegué al centro de trabajo fue observar la gran cantidad de ‘matamoscas’ que había. Acompañados de una actividad, compulsiva por momentos, de eliminación de esos insectos zumbadores. No había en ese comportamiento ni un atisbo de mindfulness: ni atención consciente, ni suspensión de juicio, ni no-reacción. Aun menos, darse cuenta de cómo esa conducta repetitiva iba reforzando un patrón de respuesta ante un “malestar”. Todavía más, un tipo de reacción que además no solucionaba el problema.
Así que, en primer lugar, animé a mis colegas a abrir la mirada a otras alternativas.
Es solo un ejemplo de cómo bajar mindfulness, como estado y como proceso, a la trinchera del día a día. Cambia esta situación por cualquier otra dónde percibimos algo como molesto o inconveniente: la queja de un cliente, el error de un compañero, el retraso en un transporte, la anulación de un pedido,… Por suerte ahí no usaban matamoscas, pero si observé que el tipo de reacción era similar en muchos casos.
Uno de los responsables de departamento me dijo:
Sonreí y le hice una pequeña referencia a la interdependencia de los fenómenos dónde las moscas juegan un papel importante en el equilibrio de nuestro bio-ecosistema. Esa misma tarde, le hice llegar un texto extraído de un artículo en la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México:
“Si no existieran [las moscas], habría un caos porqué se acumularía el material en descomposición en cantidades inimaginables y el proceso sería mucho más lento” (Gaceta de la UNAM).”
Mi querido compañero me respondió con un emoticono de carcajada diciendo:
Casualidad o no, hace un tiempo se instalaron “mosquiteras” en las ventanas. Y casualidad o no, hace muy poco descubrí unas palabras de Chögyam Trungpa Rinpoche relacionadas con el desarrollo de una actitud amable, bondadosa y compasiva hacia uno mismo y los demás. Lo explicaba Pema Chödrön en uno de sus libros y la mosca volvía a ser protagonista:
No es lo que sucede lo que te causa malestar, sino tu percepción, tu apego o tu aversión, sobre lo que sucede. Tu reacción puede que simplemente alimente el patrón de manera errónea de percibir lo que te sucede. El problema no es la mosca… No es la queja de un cliente…No es lo que un compañero te ha dicho o hecho…No es la actitud de tu jefe… No es el retraso del transporte con el pedido… No es el atasco en la carretera… ¿Te imaginas las oportunidades que tienes a lo largo de una jornada laboral para entrenar esta mirada consciente, abierta y amable?
Más que conseguir transformaciones radicales, lo que buscamos es dar espacio a la forma de (re) examinar las cosas cotidianas. Como nos recuerda Pema Chödrön, “la meditación nos brinda la oportunidad de tener una atención abierta y compasiva a cualquier cosa que esté sucediendo. El espacio meditativo es como el gran cielo: espacioso, lo suficientemente vasto como para dar cabida a cualquier cosa que surja.”
Carles Ruiz-Feltrer
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