Desde el silencio
Vacuidad existencial- Con Raquel Paiz

Puedo errar… y seguramente lo haga. Sin embargo, creo acabar de darme cuenta de que, pudiendo parecer lo mismo, no es igual  “vacuidad existencial” que  “vana existencia”. Otra vez, los conceptos y la necesidad de atrapar lo generalmente inaprehensible.

 

Recientemente leía a Carles Ruiz-Feltrer, a quien por cierto considero hoy uno de mis más jubilosos y grandes maestros, en su última y lúcida disertación, “Los tres defectos del recipiente… y los accidentes laborales”,  una historia sobre “una taza de té”.

 

Y, aunque, seguramente pobre en mis argumentos, hoy, me siento -como una taza repleta de líquido- a punto de rebosar.

 

Quizá sea que, un poco más que ayer, me siento ahora colmada de mí y un tanto aquejada de mi acelerado y rumiante “yoísmo”. Y andaba pensando en mi incipiente necesidad de vaciarme de mí: de mis excentricidades. De mis egoísmos. De mis egocentrismos. Y de todos los “ismos” y síntomas que conforman ese “yoísmo” mío o esa compulsión/adicción por todo lo que sucede en la limitada existencia que vivo entre mis oídos. Vaciarme de mí para colmarme y dejarme sentir en la vida.

 

Me he dado cuenta de que la vida que sucede ahí, en ese limitado espacio mental, es una vida narrada. Un constructo -literal- y un relato que acostumbro a narrarme en una mascada rumiación de pensamientos e interpretaciones; especulaciones y expectativas; deseos y rechazos… Y heme ahí, cual ratón, dando vueltas sobre mí misma en un circense espectáculo al que doto de rabiosa credibilidad y actualidad y que, en mi caso, incluso, me aventuro a denominar “experiencia vital”.

 

Con cierta frecuencia, me recuerdo argumentando -y hasta nutriendo- mi “experiencia vital” para narrar lo pasado. Para atestiguar el pasado. Y para mirar al futuro con una clara visión desenfocada…

 

¿Saben?

Estos viajes en el tiempo, a los que alguien como yo se atreve a llamar “experiencia vital” desenfocan el objetivo y bloquean la capacidad para habitar(me) (en) el único momento que existe y que, como saben, solo sucede aquí y ahora.

 

La ausencia de presente es, en realidad, una vana y vacía experiencia mental. Vital, ni les cuento.

 

Vana existencia es caer en la tentación de creer que la felicidad que aspiramos esta ahí afuera. Luchar (sí, luchar) en una sociedad cada vez más estresada, más medicalizada, más competitiva, más fiera y más instrumentalizada; con un clima cada vez más caldeado en todos los sentidos. Con una búsqueda insaciable del placer y una incansable huida del dolor inherente a esta existencia nuestra.

 

Como en la taza de té que el maestro japonés Nan-in ofrecía al profesor interesado por el zen, para no seguir rebosando, necesito vaciarme de mí y de mi “yoísmo”. Necesito liberarme de la prisión mental para salir ahí afuera, vacía de cuanto (me) creí ser. Y abrirme, ahora sí, a la experiencia vital. (Re)conocer que, como toda esencia, albergo el todo y la nada. El silencio. La impermanencia. La esencia de la vida. Y de la muerte… La vacuidad. Y recordar que, pudiendo parecerlo, no es lo mismo la efímera e inenarrable comprensión de la vacuidad que (sobre)vivir en una vacía existencia.

Raquel Paiz

Desde el silencio

Raquel Paiz

Periodista. Comunicadora. Autora le libro "Conversaciones en la azotea" en la colección Ites de Olé Libros en 2022.

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