Desde el silencio
El alma en la escritura - Con Raquel Paiz

Durante largos años de mi vida, tomé refugio en los más variopintos lugares. Algunos con más acierto que en otros. He vivido las más oscuras noches del alma. Con sus respectivos días, a caballo de un tiempo que parecía correr contrarreloj. Con sus pros y sus contras. Al paso del tiempo… Eternos instantes en los que el silencio se me antojaba como el peor de mis enemigos. Y un folio en blanco, el lugar en que temerosamente y a duras penas, podía comenzar a desnudarme.

El célebre temor al folio en blanco que he vivido como unas de esas artistas/escritoras “bloqueadas”, como nos denomina Julia Camerón en su libro “El camino del artista”, es solo uno de los infinitos temores a los que me he enfrentado desde que creo tener “uso de razón”. En mi argot como periodista y comunicadora y como artista en ciernes o “aprendiz de plumilla”, como me gusta autodenominarme, el folio en blanco se convirtió en el arma arrojadiza de la frustración y del desamparo. En el razonamiento de una “confortable incapacidad”… y en una silenciosa y furiosa afrenta contra los dictados del corazón.

Durante largos años, viví bajo la errada (y errática) creencia de que mi capacidad para crear era proporcional a mis más temidas emociones y a mi necesidad de huir para no enfrentarme a mi propio sufrimiento. Me doté de todo tipo de argumentos y razonamientos para castrar el acto creativo… y lo peor… mi propio destino.

Recuerdo, como si fuera ayer, a mi hermana, a mi amada hermana… animándome a escribir para sacarme de mi oscura existencia. Y puedo escucharme aún diciéndole “Chica, no puedo…” “No puedo escribir.”

Qué irónica es la vida que empecé a recuperar (y descubrir) mi voz tras su partida en 2015, tras una muerte que me atravesó y me arrojó al más profundo vacío existencial y creativo… ¿No es acaso la existencia pura (re)creación?

Tras su partida, dejé de creer.

Dejé de soñar.

Dejé de querer mirar a ningún sitio que no fuera mi propio dolor.

Perdí el hálito de la vida. Perdí la inspiración.

¿Saben?

Dejé de inspirar(me), sencillamente porque dejé de respirar. Porque, en alguna parte de mí, desconsoladamente, se cortó el aire… El silencio se convirtió en mi peor enemigo. La vida, en una carga pesada…

Lo paradójico de todo esto es que hoy “milagrosamente” en el presente, miro hacia aquellos días “desde el silencio” y apuro el espacio de un folio en blanco: el refugio en el que ahora transita mi alma. Aún no sé qué clase de fuerza o de energía o como quieran llamarlo, me arrastró a la vida. Qué clase de fuerza es esa que me brindó un folio en blanco como un cálido refugio para mi desnudez. El lugar en que el verbo se me antoja como fuerza creadora; como un espacio vacío entre la inspiración y la exhalación del que brota la vida…

El lugar en el que un pequeño guion (-) media entre locura y lo-cura. O lo que es lo mismo: entre la demencia y la sanación.

En mi folio en blanco, alcanzo un espacio -sin tiempo- de silencio. Y de reparación. Un lugar seguro desde el que me atrevo a admirar y contemplar.

Miren.

El silencio que vivo ahora es un silencio contemplativo. Un espacio consciente en el que, si acaso, observo un nuevo (re)nacimiento: el de la verdad desnuda; sin expectativas; sin juicios… Y es solo en la verdad que puede fluir la belleza.

Cada día, al abrir los ojos, en el primer hálito de conciencia y de renovada inspiración, trato de escribir mis páginas matutinas. Deslizo la mano y siento el pálpito de una fuerza que es inspiradora. No atiendo a palabras. Ni a silencios. Ni a normas… Atiendo solo al pulso del corazón. Y me dejo ir donde el corazón me lleva.

Un día, tuve la inmensa fortuna de comprender el milagro y la arrolladora fuerza de las palabras para sanar de corazón. Desde entonces, y desde el silencio, (me) dejo el alma en cada letra. Y, con el Verbo, de vuelta, me encuentro (en) la vida.


Raquel Paiz

Desde el silencio

Raquel Paiz

Periodista. Comunicadora. Autora le libro "Conversaciones en la azotea" en la colección Ites de Olé Libros en 2022.

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