El perdón y las emociones

Liberar las ataduras

El perdón no siempre llega como un acto sencillo. Muchas veces lo asociamos con la idea de justificar lo que sucedió o de minimizar el dolor que hemos vivido. Sin embargo, perdonar no es olvidar, ni tampoco aprobar lo que ocurrió. Perdonar es soltar las ataduras invisibles que nos mantienen ligados al sufrimiento.

Cuando guardamos resentimiento, rabia o rencor, esas emociones se quedan en nuestro interior como un nudo. Nos acompañan silenciosamente y condicionan nuestra manera de mirar la vida. El perdón, en cambio, es una puerta que nos permite soltar ese peso, abrir espacio dentro de nosotros y recuperar la libertad emocional.

El perdón como entrega

Perdonar es, en esencia, una entrega: entregar las cadenas que nos atan al pasado.

  • Entregar el resentimiento que nos consume.
  • Entregar la necesidad de que la otra persona “pague” por lo ocurrido.
  • Entregar el deseo de mantener viva una herida que ya no nos aporta nada.

Al entregar estas ataduras, no liberamos solamente a la otra persona: nos liberamos a nosotros mismos.

Emociones en el camino del perdón

El proceso de perdonar suele estar acompañado de emociones intensas: tristeza, ira, decepción, miedo… Necesitamos atravesarlas, reconocerlas y darles un espacio para ser sentidas antes de poder dar el paso hacia el perdón.

La Atención Plena nos ayuda a observar estas emociones sin juzgarlas, a reconocer lo que sentimos en el cuerpo y a dar un lugar amable a lo que está vivo en nosotros. Este proceso puede considerarse una forma de terapia de perdón para sanar heridas profundas.

(Si deseas profundizar en cómo relacionarte de una manera más consciente con lo que sientes, en Con Plena Conciencia ofrecemos el Taller “Conecta con tus emociones”, un espacio para explorar, comprender y acompañar tu mundo emocional desde la atención plena.)

Perdonar no significa olvidar

Es importante recordar que perdonar no implica borrar lo sucedido ni renunciar a poner límites. El perdón no es ingenuidad ni pasividad: es fortaleza interior.

Podemos recordar lo ocurrido, aprender de ello y, al mismo tiempo, dejar de cargar con el dolor. El recuerdo puede permanecer, pero sin la carga emocional que lo aprisiona. Este viaje hacia la paz interior es fundamental para el crecimiento personal.

La liberación

Cuando perdonamos, recuperamos ligereza. Se abre un espacio para la paz, la compasión y, sobre todo, para seguir adelante.

El perdón es un acto de amor hacia uno mismo: una manera de cuidarnos, de no permitir que el pasado gobierne nuestro presente.

En palabras sencillas: perdonar es liberarse.

Montse Falqués

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