¿Por qué nos cuesta tanto parar?

Descubre cómo el mindfulness puede ayudarte a encontrar calma interior

Observo constantemente lo difícil que nos resulta parar. El simple hecho de sentarnos.


Cuando oímos la palabra mindfulness, de repente aparecen listas infinitas de excusas para evitar ese pararnos un instante y estar con nosotras mismas. “No, no, yo no puedo”, “Esto no es para mí”, “A mí me ayuda mucho salir a correr, es mi momento de desconexión”, “Sí, yo medito mientras plancho, me relaja” … Y sonrío porque recuerdo que todas esas excusas me las he dado yo también.


Las daba cuando no entendía que muchas veces son formas de no parar. Caminar, nadar, cocinar pueden ser prácticas de presencia, pero también muchas veces no lo son.


Sentarse en silencio con una misma, es otra cosa. Creo incluso que es el acto más difícil, mucho más que la práctica de meditación. Tomarnos ese tiempo para parar unos minutos y estar con nosotras mismas.


Estamos acostumbradas a escuchar a los demás. A nuestras amigas, a nuestras madres, padres, pareja e hijos. Pero ¿cuánto tiempo dedicamos a escucharnos a nosotras mismas de verdad? Sé que no es fácil, porque muchas veces lo hacemos desde la crítica, los juicios, pero ¿y si pudieras escucharte con la misma ternura con la que escuchas a una amiga que te cuenta cómo se siente?


Cuando te sientas, aparece lo que hay: tristeza, cansancio, recuerdos. Aparecen esas vocecitas que solemos tapar con todas esas tareas, responsabilidades y excusas, con las prisas de llegar a todo. Pero te aseguro, que, en ese mismo espacio, si lo permites, irán surgiendo la claridad, la calma y la compasión. Esa sensación de estar contigo, de volver a casa.


No se trata de hacer nada especial, no tienes que hacerlo perfecto. Sólo sentarte. Sólo empezar, aunque sea un par de minutos, aunque no sepas si lo estás haciendo bien. No te preocupes, ya estás ahí. Ya has dado el primer paso, ya has empezado.


Puedes probarlo ahora si quieres. Busca un lugar tranquilo, siéntate con la espalda recta pero cómoda y cierra suavemente tus ojos o baja la mirada. Lleva tu atención a la respiración. No hace falta que cambies nada, simplemente obsérvala. Inhala, exhala. Estás aquí, estás contigo.


Escúchate, como si te estuvieras tomando un té contigo misma. Como si fueras tu mejor amiga.


Enhorabuena, has conseguido parar unos instantes.


Isabel Llorca